Nueva York, 30 de mayo (Tinta Roja).- Entro a la cabina con cierta inquietud. Estoy a punto de ser sometido a una iluminación estroboscópica mientras suena una música.
Es parte de un proyecto de investigación que intenta comprender qué nos hace verdaderamente humanos.
Es una experiencia que recuerda a la prueba de la película de ciencia ficción Blade Runner, la cual fue diseñada para distinguir a los humanos de los seres creados artificialmente que se hacen pasar por humanos.
¿Podría yo ser un robot del futuro y no saberlo? ¿Pasaría la prueba?
Los investigadores me aseguran que de eso no se trata realmente este experimento.
El dispositivo, que llaman la Dreamachine, está diseñado para estudiar cómo el cerebro humano genera nuestras experiencias conscientes del mundo.
Cuando comienza la luz estroboscópica, y aunque tengo los ojos cerrados, veo patrones geométricos bidimensionales arremolinados.
Es como saltar a un caleidoscopio, con triángulos, pentágonos y octágonos en constante cambio. Los colores son vivos, intensos y cambiantes: tonos rosas, magentas y turquesas, que brillan como luces de neón.
La Dreamachine saca a la superficie la actividad interna del cerebro con luces intermitentes, con el objetivo de explorar cómo funcionan nuestros procesos de pensamiento.
Opinión