Mundo, 11 de mayo (Tinta Roja).- En el imaginario colectivo, Audrey Hepburn es sinónimo de elegancia y belleza. Su imagen enBreakfast at Tiffany’s (1961), con vestido negro, moño alto y cigarro en boquilla larga, es un ícono grabado en la historia del cine.
No obstante, esos ojos grandes y melancólicos guardaron por décadas una historia de guerra, tragedia y hambre que Hepburn jamás olvidó.
El mundo la celebraba por su gracia y talento en el séptimo arte, pero quienes la conocieron de cerca sabían que su alma estaba marcada por una infancia brutal.
“Mi madre siempre dijo que no hay mayor mal que la guerra, porque afecta a los niños”, recordaba su hijo Luca Dotti en una entrevista con People en 2019. Esa convicción no solo marcó su adolescencia, sino también toda su vida adulta.
La vida de Audrey Hepburn antes de Hollywood
Audrey Kathleen Hepburn nació en Ixelles, Bruselas, el 4 de mayo de 1929. Hija de la baronesa neerlandesa Ella van Heemstra y del empresario británico Joseph Hepburn-Ruston, vivía en el seno de una familia aristocrática. Por el trabajo del patriarca, solían movilizarse entre tres países europeos
La burbuja de privilegios duró poco tiempo.
Su padre, simpatizante del fascismo británico, los dejó cuando Audrey tenía apenas seis años. Más tarde, sería arrestado por sus vínculos con organizaciones pro-nazis.
Hepburn describió esa separación paterna como “el evento más traumático de su vida”; incluso teniendo en cuenta los difíciles momentos que viviría bajo el acecho de la guerra.
En 1939, cuando la amenaza nazi se extendía por Europa, su madre decidió abandonar Inglaterra y mudarse con Audrey a los Países Bajos. Creía que el país permanecería neutral, pero estaba equivocada. En mayo de 1940, Hitler invadió Holanda.
“Mudarse a Países Bajos no fue mudarse a casa. Ella no hablaba el holandés y tuvo que ir a una escuela sin entender una sola palabra”, relató su hijo Luca Dotti.
Fue allí, en ese contexto hostil y bajo el seudónimo de Adriaantje van Heemstra, que Hepburn se unió a la resistencia neerlandesa.
A los 14 años, se ofreció como voluntaria para asistir al doctor Hendrik Visser ‘t Hooft, un miembro activo de la resistencia, quien confió en ella para transportar mensajes cifrados y apoyar con provisiones para pilotos aliados derribados en combate.
“Como hablaba inglés con fluidez, podía decirles a los pilotos dónde ir y quién los ayudaría”, señaló el historiador Robert Matzen, autor del libroDutch Girl.
En una ocasión, cuando llevaba un mensaje escondido en sus medias, fue interceptada por oficiales alemanes. Con sangre fría, se agachó a recoger unas flores silvestres y se las ofreció, coqueta, a los soldados. “Después de revisar su documento, la dejaron pasar”, escribió Matzen.
Audrey también participó en lo que se conocían como “black evenings”, veladas clandestinas de danza y música con las ventanas tapadas para no ser detectados por los nazis. Al finalizar, se recogía dinero para financiar a la resistencia.
“Los mejores públicos que he tenido en mi vida no hicieron un solo sonido al final de la función”, recordaría más tarde Hepburn sobre la época donde imperaba el secretismo.
Las secuelas del hambre en Audrey Hepburn
La guerra no solo trajo miedo, sino también hambre. En el invierno de 1944-45, durante la conocida como “hambruna holandesa”, la situación fue crítica. La familia de Hepburn no escapó del sufrimiento.
“Para el final de la guerra, ella estuvo a punto de morir”, reveló Dotti sobre su madre. “Sobrevivió comiendo ortigas y bulbos de tulipán, bebía agua para llenar el estómago”.
“Medía casi 1,68 m y pesaba 40 kilos. Tenía ictericia y edemas”, describió el hijo de la actriz. Quizá esa fue la razón por la que sufrió anemia el resto de su vida.
Para Hepburn, esa experiencia hacía que se emocione hasta las lágrimas cuando pensaba en el relato de Ana Frank. “Ella tenía la misma edad. Me decía con voz quebrada: ‘Esa fue la niña que no consiguió sobrevivir, y yo sí’”, recordó Luca.
La guerra y el nazismo también le quitó a su tío Otto van Limburg Stirum, alguien a quien amaba como un padre.
Y Hepburn jamás perdonó del todo a su mamá por haber simpatizado con Hitler al inicio de su régimen.
El arte, la salvación
Después de 1945, Audrey se mudó a Ámsterdam con su madre y hermanas. En esta nueva ciudad, reconectó con la danza y el entrenamiento de ballet.
Si bien tenía talento, la escuela londinense a la que accedió después le dijo que nunca lograría ser prima ballerina. La razón: su complexión débil a raíz de la desnutrición.
En los últimos años de su vida, Audrey Hepburn encontró su verdadera misión: la ayuda a los más vulnerables. En 1988 fue nombrada embajadora de buena voluntad de UNICEF. Viajó incansablemente a lugares en conflicto: Somalia, Etiopía, Bangladesh, Sudán, América Central.
La llamaba “mi segunda y más importante carrera”, según su hijo Sean Ferrer.
La actriz desempeñaba esta labor con mucha gratitud, ya que recordaba el apoyo que las manos solidarias le brindaron durante la guerra.
En su primera visita a un orfanato de Etiopía, quedó impactada al ver el impacto del hambre en 500 niños. Inmediatamente, logró que este albergue reciba ayuda alimentaria inmediata.
“El ‘Tercer Mundo’ es un término que no me gusta, porque somos un solo mundo. Quiero que la gente sepa que la mayor parte de la humanidad está sufriendo”, expresó conmovida.
En octubre de 1988, visitó zonas vulnerables de Venezuela y Ecuador. “Vi comunidades montañosas diminutas, barrios marginales y tugurios recibir por primera vez sistemas de agua potable como si fuese un milagro —y el milagro es UNICEF. Vi a niños construir su propia escuela con ladrillos y cemento proporcionados por la organización”, declaró ante el Congreso de Estados Unidos.
En 1990 viajó a Vietnam, donde colaboró en campañas nacionales de vacunación e higiene. Dos años después, ya gravemente enferma, insistió en realizar una última misión.
En septiembre de 1992, se trasladó a Somalia. Lo que vio allí superó todo lo que había presenciado antes. “Entré en una pesadilla. He visto el hambre en Etiopía y Bangladesh, pero nunca nada como esto… mucho peor de lo que podría haber imaginado. No estaba preparada”, declaró, profundamente conmovida.
Audrey dejó este mundo el 20 de enero de 1993 en Tolochenaz, Suiza, víctima de un cáncer de apéndice. Tenía 63 años.
Hoy, su nombre sigue siendo sinónimo de solidaridad a través de la Audrey Hepburn Society del Fondo de UNICEF de Estados Unidos.
Fuente: Infobae