Miles de palestinos desplazados vuelven al norte de Gaza

Seguridad

Gaza, 28 de ene (Tinta Roja).- «Este es el día más feliz de mi vida, siento como si mi alma y mi vida hubieran vuelto a mí».

Lamees al-Iwady no puede contener la alegría de su llegada a la ciudad de Gaza después de haber perdido la cuenta de las veces que fue desplazada en 15 meses de guerra en la Franja.

La palestina de 22 años es una de las cientos de miles de personas que lograron volver a pie y en coche al norte del enclave, gracias al giro de la noche del domingo sobre el destino de la rehén israelí Arbel Yehud: después de una negociación cerrada, el gobierno de Benjamin Netanyahu y Hamás acordaron realizar una nueva liberación de rehenes el jueves, cuando serán liberados Arbel, la soldado Agam Berger y otro secuestrado.

A cambio, las fuerzas israelíes consintieron en que los habitantes de Gaza pasen por el corredor de Netzarim -que divide la Franja- permitiéndoles regresar a sus hogares o a lo que queda de ellos Desde las primeras horas de la mañana, un río de desplazados se desbordó hacia la parte norte del enclave. Una marea humana de paquetes, bolsas, carretas, bicicletas e incluso automóviles para los más afortunados: los pocos restos de una vida desgarrada por la enésima guerra en la Franja.

Según un funcionario de seguridad de Gaza, más de 200.000 desplazados regresaron a pie al norte en las dos horas siguientes a la apertura del paso fronterizo.

Un cruce organizado y que podría llevar días de espera, con contratistas egipcios inspeccionando personas y coches con escáneres en busca de armas y explosivos, porque el acuerdo de tregua estipula que para regresar al norte hay que desarmarse. Y aunque la alegría es el sentimiento que llena a la multitud finalmente libre de regresar a casa, la desolación de una tierra que fue convertida en un desierto y en escombros desde hace 15 meses de bombas en alfombra: según las estimaciones del gobierno, la población de la ciudad de Gaza y del norte necesitará 135.000 tiendas de campaña y caravanas.

«Pero las casas las reconstruiremos, aunque sea con barro y arena», está convencida Lamees.

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